LI-HE (790-816)
Nacido en el
condado de Fu-chang (Henan), su familia estaba, al parecer,
lejanamente emparentada con la casa imperial Tang. Hay pocos
datos seguros acerca de su corta biografía y casi
todos parecen legendarios (que compusiera poemas desde los
siete años o que lo hiciera al descuido y mientras
paseaba en su potrillo al amanecer). Sabemos con seguridad
que fracasó o le fue vetada la participación
en la fase final o jin-shi de
los Exámenes Imperiales del 809 (parece que por no
haber sustituido un homófono del nombre familiar
en alguno de los ejercicios, incurriendo así en falta
contra la costumbre).Tan sólo alcanzaría un
puesto secundario de Supervisor de Ceremonias en la Corte
de Sacrificios Imperiales (que pese a su sonoridad era un
puesto de 9º rango y 3ª clase). Hubo de vivir
modestamente en Chang-an, la lujosa y cara capital, debiendo
además mantener a su madre viuda y a un hermano.
Su fama como autor de canciones posiblemente le acercaría
al ambiente festivo y cortesano, y la especie de que murió
de “agotamiento sexual” aunque no fuera literal
sugiere inclinación al mundo brillante y sensual
de las cortesanas de Chan-gan en las precarias condiciones
que le permitía su salario. En 814 abandonó
su puesto y regresó a su finca de Chan-gu (actual
Yi-yang). Al servicio de Wang Cheng-zong, uno de los generales
que debían afirmar la autoridad imperial frente a
los gobernantes rebeldes, realizó un viaje a Lu-zhou
en el otoño de 814, durante el que debió componer
la Canción que traducimos a partir de la magnífica
versión inglesa Goddesses, Ghosts and Demons.
The Collected poems of Li He (Li Chang-ji, 790-816),
translated and with an Introduction by J.D. Frodsham, North
Point Press, San Francisco, 1983, poem 150, p. 179 y notas
p. 275.
Canción de la punta de flecha encontrada
en Chang-ping1
Lajas de laca,
polvo de huesos,
cinabrio rojo.
Una vez brotó la sangre antigua:
traía flores de bronce.
Las plumas blancas y el vástago metálico
se han podrido con las lluvias.
Tan solo quedan aún las tres espinas2,
dientes rotos de un lobo.
Reconocí
este campo de batalla
con un par de potrancos,
los pedregales al este del destacamento,
una colina de rastrojera.
Viento constante, breve el día,
desoladas estrellas,
negras banderas de nubes cargadas
colgaban en el vacío de la noche.
Almas a la izquierda, espíritus a la derecha
escuálidos de hambre, gimen3.
Derramé
suero agitando mi cantimplora,
ofrecí carnero asado4.
Insectos silenciosos, los dolientes gansos salvajes,
rojizos brotes de bambú,
un torbellino contempló mi partida
mientras aventaba a los fantasmas de fuego5.
Llorando busqué
este campo antiguo,
recogí una flecha rota,
su punta desecha, escarlata y quebrada,
una vez atravesó la carne.
En la Calle Sur, junto a la muralla del Este,
un chaval a caballo
se empeñaba en cambiarme el pedazo de metal
por una cesta votiva6.
NB. El lector interesado en confrontar mi versión
castellana de la traducción inglesa de Frodsham con
su original chino puede acudir a la siguiente página
de Internet:
http://www.chinapage.org/poem/lihe/lihe-poetry.html.
WILLIAM BRONK (1918-1999)

Nacido en Fort Edward, Nueva York. 1918. Su familia se traslada
a Hudson Falls, donde vive infancia y adolescencia. Estudia
en Dartmouth College (donde fue alumno de Sidney Cox) y
pasa un año en Harvard (Harvard Graduate School)
que abandona para dedicarse a escribir. Después de
la guerra se encarga de la dirección de La Empresa
familiar de carbón y madera (William M. Bronk
Coal and Lumber Company) en Hudson Falls. Tras alguna
esporádica publicación antes de los 50, que
Robert Creeley incluyera unos poemas suyos en la Black
Mountain Review y Cid Corman en Origin, lo
vinculan al grupo de poetas objetivistas (Oppen, sobre todo)
y experimentales de los 50-60 (Olson, Levertov, Corman),
pese a las distancia estilística que presenta su
obra respecto a la de ellos.
Poesía cincelada y escueta, se diría pétrea.
Su tema central y virtualmente único es la cuasiontológica
soledad del hombre y su correlativa “ausencia de mundo”
(el “no mundo” como lo llamaría nuestro
paisano Juan Eduardo Cirlot) en múltiples variaciones
de circunstancia ejemplar, a manera de un impecable y nítido
museo de jade, más que de cera, dibujo del vacío
esencial, la nada constitutiva de la humana experiencia
de eso que consideramos “lo real” (y él
denomina “the worldless”). Editados primero
en las cuidadas y minoritarias ediciones de la Elizabeth
Press, sus libros fueron logrando alguna mayor difusión
que culminará en la recopilación Life
Supports. New and Collected Poems, North Point Press,
San Francisco, 1982, más la de sus ensayos Vectors
and Smooothable Curves. Collected Essays. North Point
Press, San Francisco, 1985 (ahora reeditados ambos por Talisman
Press tras desaparecer North Point). Libros posteriores
estilizan su poesía, la concentran si cabe (aunque
quizá lo fundamental ya estaba dicho en la recopilación
del 82): Manifest; and Furthermore (1987), Death
Is the Place (1989), Living Instead (1991)...
Los poemas traducidos aquí ocupan las páginas
67-68 y 73 de la mencionada recopilación Life
Supports.
LA NATURALEZA DEL UNIVERSO
¿Fue
Scheherezade la que contó entre otros
cuentos, el de un hoyo de pesadilla, oscura
cueva de horror, un pasadizo donde bestias
que no podíamos ver nos atacaban,
algo nos sofocaba la cara con suavidad, pringosas
las manos, y la cautela aliviaba
esa tensión que pulsaba en la garganta como llamada
o repugnancia absoluta, no fuera que, más que ayuda
la llamada atrajera más horror de quienes
esperábamos nos ayudaran, y así los temiéramos?
El pasadizo
llevaba a un lugar de joyas resplandecientes
con luz propia y esta luz difusa por todo el ámbito
era tanto el agua como la música del lugar.
Si hay Uno,
y cuanto sabemos es Uno,
y no hay otro, nada, como, de noche, el lejano
brillo de estrellas distantes lo proclama, somos
el espejo interior de tales estrellas, tenemos
tan solo un éxtasis para sentir más cerca
el horror, y somos ciegos para una visión en que:
no estamos en ninguna parte, no hay lugar
ni nada a lo que volver, solos.
De The
World, the Worldless [1964]
LA
SONRISA EN EL ROSTRO DE UN KOUROS
Este joven,
desde luego, había muerto, signifique eso
lo que quiera. Y noblemente muerto. Creo que debiéramos
sentir
que había muerto noblemente. Quizá cayó
en batalla,
y esta piedra esculpida lo recuerda
no como pudo haber sido, sino como si fuera a definir
la virtud desnuda que la piedra describe como suya.
Un pie se adelanta, los ojos al frente, los brazos
bajan más allá de la estrecha cintura hasta
las manos
que cuelgan en ilimitada plenitud junto a los flanco pesados.
Este joven había muerto, y la piedra sonríe
en su muerte
iluminando los labios con el placer de lo logrado:
un fin. Llegar a un fin. Llegar a la muerte
como a un fin. Y al llegar, llevar intacto el peso
pleno de su fuerza y su virtud, el premio del que
sus manos vacías están llenas. Nada se ha
perdido,
sino el hogar, y la sonrisa al fin está lograda.
La muerte ahora,
de la que nada aún -o nunca- se sabe,
nos deja solos para que pensemos de ella lo que queramos,
y acepta nuestra decisión, modelando la vida para
la muerte.
¿Queremos un final? Nos lo da, y toma lo que damos
y lo guarda; y tiene, de este modo, en la vida misma,
una especie de casa del tesoro de graciosa semblanza
lograda y amparada por la muerte para que sea
por siempre bella y completa, como si
al querer en exceso lo perfecto, la forma intacta
fuera idéntica al deseo de muerte, una opción
de muerte
como final. Hay otros modos, sabemos los modos
de hacer otra elección para la muerte: informes
o rotos, menos que completos, desmedrados, vivimos
en un mundo sin forma. Sin fin, no esperamos fin alguno.
No esperes,
muerte, sonrisa de orgullo
de mí. No llevo nada en mis mano vacías.
De The
Empty Hands [1969]
NOTAS
1
En Chiang-ping, a unos 10 kms. al oeste del condado de Gao-ping,
tuvo lugar en el 260 a.C. la batalla que enfrentó
a los ejércitos de Qin y Zhao. Se contaba que Qin
afianzó su victoria enterrando vivos a 400.000 prisioneros
de Zhao. En la época en que se escribe el poema (h.
814 d.C.) los granjeros de la zona todavía desenterraban
reliquias de la batalla, un milenio después.[volver]
2 Las tres espinas: la punta triangular
de la flecha.[volver]
3 Gimen: los muertos gimen de hambre
pues no habían sido enterrados de acuerdo con el
ritual prescrito ni se les habían ofrecido las libaciones
ceremoniales.[volver]
4 Suero... carnero asado: alimento
de los nómadas del Norte, no de los chinos.[volver]
5 Fantasmas de fuego: fuegos fatuos.[volver]
6 Cesta votiva: el dinero por la
venta de la reliquia serviría para comprar una cesta
con la que ofrecer sacrificios para aplacar a los espíritus
de los caídos. Los antiguos comentaristas entendían
el verso como “se empeñaba en tomar mi dinero
y comprar bambú para hacerle un vástago nuevo
a la flecha”. Lo cual es erróneo.[volver]
[anotaciones al texto de J.D. Frodsham]